Para los ratos que
vuestro/a hijo/a no esté en el colegio, podéis
aprovechar para contarles un cuento, y así, compartir un rato agradable junto a
ellos.
Los cuentos infantiles
poseen una narración clara y de sencilla comprensión. Con ellos no sólo
mejoraremos la capacidad de comprensión del niño, sino también le ayudaremos a
desarrollar su capacidad de comunicación. Además, aumentará y desarrollará
su vocabulario, su fantasía, su imaginación,… ¡¡y el amor por la lectura!!
A continuación, os dejo el cuento de Peter Pan:
Peter Pan
Wendy, Michael y John
eran tres hermanos que vivían en las afueras de Londres. Wendy, la mayor, había
contagiado a sus hermanitos su admiración por Peter Pan. Todas las noches les
contaba a sus hermanos las aventuras de Peter.
Una noche, cuando ya casi dormían, vieron una
lucecita moverse por la habitación.
Era Campanilla, el hada que acompaña siempre a
Peter Pan, y el mismísimo Peter. Éste les propuso viajar con él y con
Campanilla al País de Nunca Jamás, donde vivían los Niños Perdidos...
- Campanilla os ayudará.
Basta con que os eche un poco de polvo mágico para que podáis volar.
Cuando ya se encontraban cerca del País de
Nunca Jamás, Peter les señaló:
- Es el barco del Capitán
Garfio. Tened mucho cuidado con él. Hace tiempo un cocodrilo le devoró la mano
y se tragó hasta el reloj. ¡Qué nervioso se pone ahora Garfio cuando oye un
tic-tac!
Campanilla se sintió celosa de las atenciones
que su amigo tenía para con Wendy, así que, adelantándose, les dijo a los Niños
Perdidos que debían disparar una flecha a un gran pájaro que se acercaba con
Peter Pan. La pobre Wendy cayó al suelo, pero, por fortuna, la flecha no había
penetrado en su cuerpo y enseguida se recuperó del golpe.
Wendy cuidaba de todos aquellos niños sin
madre y, también, claro está de sus hermanitos y del propio Peter Pan.
Procuraban no tropezarse con los terribles piratas, pero éstos, que ya habían
tenido noticias de su llegada al País de Nunca Jamás, organizaron una emboscada
y se llevaron prisioneros a Wendy, a Michael y a John.
Para que Peter no pudiera rescatarles, el
Capitán Garfio decidió envenenarle, contando para ello con la ayuda de
Campanilla, hada quien deseaba vengarse del cariño que Peter sentía hacia
Wendy. Garfio aprovechó el momento en que Peter se había dormido para verter en
su vaso unas gotas de un poderosísimo veneno.
Cuando Peter Pan se despertó y se disponía a
beber el agua, Campanilla, arrepentida de lo que había hecho, se lanzó contra
el vaso, aunque no pudo evitar que la salpicaran unas cuantas gotas del veneno,
una cantidad suficiente para matar a un ser tan diminuto como ella. Una sola
cosa podía salvarla: que todos los niños creyeran en las hadas y en el poder de
la fantasía. Y así es como, gracias a los niños, Campanilla se salvó.
Mientras tanto, nuestros amiguitos seguían en
poder de los piratas. Ya estaban a punto de ser lanzados por la borda con los
brazos atados a la espalda. Parecía que nada podía salvarles, cuando de
repente, oyeron una voz:
- ¡Eh, Capitán Garfio,
eres un cobarde! ¡A ver si te atreves conmigo!
Era Peter Pan que,
alertado por Campanilla, había llegado justo a tiempo de evitarles a sus amigos
una muerte cierta. Comenzaron a luchar. De pronto, un tic-tac muy conocido por
Garfio hizo que éste se estremeciera de horror. El cocodrilo estaba allí y, del
susto, el Capitán Garfio dio un traspié y cayó al mar. Es muy posible que
todavía hoy, si viajáis por el mar, podáis ver al Capitán Garfio nadando
desesperadamente, perseguido por el infatigable cocodrilo.
El resto de los piratas no tardó en seguir el camino
de su capitán y todos acabaron dándose un saludable baño de agua salada entre
las risas de Peter Pan y de los demás niños.
Ya era hora de volver al hogar. Peter intentó
convencer a sus amigos para que se quedaran con él en el País de Nunca Jamás, pero
los tres niños echaban de menos a sus padres y deseaban volver, así que Peter
les llevó de nuevo a su casa.
- ¡Quédate con nosotros!
-pidieron los niños.
- ¡Volved conmigo a mi
país! -les rogó Peter Pan-. No os hagáis mayores nunca. Aunque crezcáis, no
perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. De ese modo seguiremos
siempre juntos.
- ¡Prometido! -gritaron
los tres niños mientras agitaban sus manos diciendo adiós.